El Banco de Granada vino a ser el hermano menor de la legendaria Banca Rodríguez-Acosta, surgida antes de mitad del siglo XIX y que sobrevivió hasta casi mediados del siglo XX. La familia Rodríguez-Acosta –sin duda la de mayor tradición bancaria de Granada-, cuando llegó 1964, llevaba ya casi dos décadas sin tener un banco propio; su cartera de valores la tenían ligada al Banco Central.
La legislación financiera de 1962 (ley de bases de reforma del ahorro) les volvió a abrir la puerta para solicitar una nueva ficha bancaria al Banco de España. Los hermanos Miguel y José Manuel Rodríguez-Acosta, nietos de Manuel Rodríguez-Acosta de la Cámara, crearon el Banco de Granada con su patrimonio personal. No obstante, con ellos se embarcaron unas cuantas decenas de granadinos pertenecientes a la burguesía (cuando todavía existía la burguesía local), el comercio y la industria, que adquirieron el resto de acciones. El Banco de Granada tenía como principal objetivo la participación y financiación en iniciativas empresariales. No obstante, en la práctica también funcionaba como un banco comercial y una caja de depósitos, en el que buena parte de granadinos confiaron sus ahorros.
Dentro del grupo de empresas que promovían/financiaban el Banco de Granada se encontraron, entre otras, Aguas de Lanjarón, Inmobiliaria Granadabán, Cetursa, Uniasa (Puleva), varias azucareras de la Vega, la constructora Viesa o Abonos Carrillo
Dentro del grupo de empresas que promovían/financiaban se encontraron Aguas de Lanjarón, Inmobiliaria Granadabán, Cetursa, Uniasa (Puleva), varias azucareras de la Vega, la constructora Viesa, Abonos Carrillo, etc. El consejo de administración lo presidía Miguel Rodríguez-Acosta, mientras su hermano José Manuel ostentaba el cargo de consejero delegado; junto a ellos se sentaban granadinos representantes de las empresas mencionadas, muchos todavía vivos.
Para finales de 1978, el Banco de España ya había detectado una excesiva concentración de créditos en las empresas industriales participadas por el propio Banco. El resultado inmediato fue una pérdida de liquidez que no conseguían corregir con la lenta entrada de depósitos de los impositores. Los rumores de falta de liquidez corrieron como la pólvora entre los clientes, que hicieron cola en las ventanillas para retirar sus ahorros. La situación empeoró y el Banco de España decidió mandar a sus “hombres de negro” e intervenir el Banco de Granada. Eso ocurría por enero de 1979; la autoridad bancaria nacional metió al Banco de Granada en su “sanatorio”, por entonces denominado Corporación Bancaria. Era algo así como un fondo de garantía de depósitos. El consejo de administración de granadinos fue disuelto y pasó a ser gobernado, momentáneamente, por personal del Banco de España.
El gobernador del Banco de España se pasó buena parte del año 1992 pensando qué hacer con el Banco de Granada. Sobre la mesa tuvo dos opciones: la primera de ella era endosárselo a la Caja de Ahorros de Granada (entonces llamada la General), que estaba en un momento expansivo y había presentado una oferta por el banco hermano; la otra era adjudicarlo –casi por la fuerza- a la primera entidad financiera del país, que tendría mayores garantías de sacarlo adelante: el Banco Central. El Banco de España pensó que el Banco de Granada era demasiado grande y sus problemas podrían incluso arrastrar a Caja Granada: habría mucho solapamiento y excedente de personal. Así es que lo adjudicó al Banco Central, que por aquel momento también acababa de absorber al Banco Hispano. La red del Banco de Granada tenía entonces 176 oficinas repartidas, principalmente, por el oriente de Andalucía. Su balance sumaba 130.000 millones de pesetas en pasivo.
Durante un corto periodo de tiempo, el Banco de Granada siguió existiendo como filial del Banco Central Hispano; sus juntas generales tenían lugar en Granada. Incluso en el ático del edificio tenía un imponente despacho para el consejero delegado, que venía de Madrid muy a menudo a dirigir la entidad. Se trataba de Manuel Escámez Sánchez, sobrino del todopoderoso presidente del Banco Central, Alfonso Escámez. Se podría decir que el Banco de Granada todavía continuó siendo “granadino”, aunque al cobijo del Central.
Durante un corto periodo de tiempo, el Banco de Granada siguió existiendo como filial del Banco Central Hispano; sus juntas generales tenían lugar en Granada. Incluso en el ático del edificio tenía un imponente despacho para el consejero delegado, que venía de Madrid muy a menudo a dirigir la entidad
Pero los granadinos comenzaron a incrementar su confianza en Caja Granada, la banca privada y la Caja Rural, de manera que se produjo un importante trasvase de cuota de mercado en perjuicio del Banco de Granada. En 1993, el Central se deshizo del Banco de Granada, al que vendió al Banco de Alcalá por 13.500 millones de pesetas; la familia Argüelles lo fusionó con el Banco de Jerez y, dos años más tarde, en 1995, vendió el banco andaluz Granada-Jerez a la Caixa. La entidad catalana ya había apostado por Andalucía, donde tenía 109 oficinas, pero la compra de la red del banco andaluz le permitió poner las bases para ser casi la primera entidad financiera de la comunidad. Aquel año 1995 dejó de existir definitivamente el Banco de Granada, hoy diluido dentro de la Caixa.
1984 HF |
1986 HF |
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