martes, 16 de octubre de 2018

PEGAMENTO INMEDIO




Su padre, además de una droguería, gestionaba un cine de verano, y Gregorio, un chaval de quince años, era el encargado de la cámara y de dibujar el cartel anunciador de las películas. Acostumbrado a hacer experimentos con los productos químicos en la tienda paterna y a realizar empalmes con las cintas cinematográficas, un día observó que con acetona se lograba la unión de la celulosa del celuloide y se generaba una gelatina pegajosa.
Ese descubrimiento le llevó a dar con la fórmula óptima, no sin antes romper en casa gran parte de la vajilla para hacer pruebas de pegado y comprobar su resistencia. Tenía entonces dieciséis años. Su única formación fue la escuela y nunca, si no fue por propia afición, tuvo acceso a libros de química.
Versátil y polifacético, siempre estaba ocupado en algo: en el desarrollo de alguna idea o en la creación y el diseño definitivo de un nuevo anuncio publicitario para su producto estrella y, en los últimos años, en otros que comercializaría la empresa, creada en 1944. Gregorio creó, de hecho, el logotipo de la marca, y su primera inversión fue de quinientas pesetas. Garrafas de vidrio, marmitas, jeringas de chapa y tubos y tenazas para cerrarlos fueron sus primitivos instrumentos.
Productos Imedio, S. A.
Imedio se sirvió de su habilidad, su intuición, su sentido común y la brillantez que le caracterizaban como empresario para dar con un pegamento transparente que lo unía todo y cuya fórmula fue su secreto mejor guardado durante décadas.
Después del hallazgo original vinieron otras fórmulas complementarias que acabaron dándole toda una gama de productos adhesivos. Gregorio se dedicó a fabricar pegamentos en cantidad, los envasaba en botes mediante jeringas y los daba a probar a los clientes de su padre. Incluso se sirvió de los viajantes de su progenitor, a quienes regalaba botes de pegamento para que lo dieran a probar y lo difundieran por otros lugares.
Cuando se decidió a montar una industria en toda regla pidió la colaboración de los potentados del pueblo y nadie creyó en él. Sólo su cuñado Pedro Ciudad Torres se convirtió en su socio de por vida nueve años después de que Gregorio diera con la fórmula de su gran invento.
Alquilaron un local, e iniciaron la aventura. La Guerra Civil paralizó sus actividades y, en 1944, después de superar todos los inconvenientes para abastecerse de materias primas, renació Productos Imedio en compañía de su cuñado. Por entonces la fábrica producía ya unos doscientos tubos diarios.
Éxito y venta de la empresa

En 1972 levantaron una moderna industria con instalaciones deportivas y de ocio para sus empleados, la mayoría de los cuales eran mujeres. La peculiar manera de entender la gestión empresarial de estos calzadeños incluía la realización de un viaje anual de toda la plantilla, empleados y directivos, al margen del período normal de vacaciones. El primer viaje que realizaron fue en carro y los últimos en avión.
 
1968
 
1969
 
1970
 
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1972

1973


1974

1975

 
1976 NO ESTA EN MI COLECCIÓN

 
1977

1978

1979

1981 NO SE EDITÓ

1982

1983

1984

1985

1986

                         1987 NO SE EDITÓ
 

1988

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